“Atentado Celeste”

Lourdes Naveillan inició un diálogo con los elementos que no ha hecho sino afinarse con los años. Elementos de la naturaleza, o aquellos que forman parte de su taller, sus herramientas de trabajo. Las series recientes que presenta surgieron de una investigación en torno al color, la mancha, el arrojo pictórico y el agua, en la soledad de confinamientos sucesivos. Hicieron brotar en sus telas y papeles fuerzas opuestas y complementarias, como lo son las pulsiones de Eros y Thanatos, de luz y oscuridad, de violencia y sublimación. De movimiento y contención. Así, invoca a la abstracción pura y matérica, a la delicadeza de aguadas y transparencias; al gesto primitivo del ser humano, y al emanado del cielo, cuya exégesis final remite a un lenguaje propio, que es a la vez ancestral y contemporáneo.

“La poesía es un atentado celeste”, escribió el más cósmico de los vates, Vicente Huidobro, al final de su vida, cuando confiesa en sus versos que se está convirtiendo en árbol, y en muchas otras cosas que se transforman en otras. Tal como la obra de Lourdes Naveillan, que se va convirtiendo en todo lo que el ojo proyecta en estas imágenes que remiten al dolor y a la esperanza contenidos en nuestro país. A calles tomadas y luego desiertas, a la tierra, al fuego, al aire y a la lluvia, elementos vitales que son Creación y Creador, artista e instrumento.

MOR